Cuando se trata de un hecho fortuito, oportuno y favorecedor, que abarca a todos y contiene tanta utilidad, seguramente muchos le atribuirían alguna connotación celestial, milagrosa o más allá de la condición humana; cualquiera sea la razón, en verdad pareciera que todas esas creencias tienen sustento. Sin embargo, ahora no  analizaremos el origen propiamente dicho sino que, haciendo abstracción del mismo, nos detendremos únicamente en el  beneficio que aportan tales acontecimientos para una comunidad que si la extendemos llegamos a cubrir un país entero.

La Argentina fue dos veces tocada por esa gran fortuna, para beneficio de todos sus habitantes, sin excepciones. El primer hecho sucedió en el siglo XIX,  a comienzos de la década del ´70, en momentos que el país necesitaba poblar rápidamente su inmenso territorio y en especial las zonas más productivas a fin de lograr el ansiado despegue económico, el cual sólo era posible a través de la participación de personas capaces de realizar esfuerzos físicos y espirituales enormes, apoyados en valores que deberían estar contenidos, con rango de cultura,  en el ánimo de cada uno. Y fue precisamente la Segunda Revolución Industrial, desde el año 1850, una usina que generó la expulsión de abundante mano de obra en Europa; en consecuencia, buena parte del éxodo de desocupados recaló en la Argentina y así solucionó, de modo providencial, esa encrucijada  que constituía el logro de personas adecuadas para  tamaña gesta (para una ampliación, sobre esta historia, recomendamos ver el tema titulado: “Causas del despoblamiento rural, parte 1″).

El segundo hecho tuvo lugar hace poco tiempo, cuyo origen se sustancia a partir de la demanda de granos en permanente aumento para dos propósitos fundamentales, el consumo humano en mayor medida y el resto destinado a biocombustibles; en consecuencia, ambas razones impulsaron esa demanda en forma acelerada y, por ello, catapultaron hacia arriba el precio de los granos y el valor de las tierras cultivables. Y esto último adquirió tal importancia que exacerbó las ambiciones humanas,  por las cuales  se expanden las fronteras agrícolas de manera incesante  y la naturaleza sufre en sus entrañas  la agresión irracional; sin embargo,  esta derivación también generó condiciones muy positivas que lograron encarrilar la economía con un volumen importante en el crecimiento y permitieron, además, proyectar la justicia social a través de una política de subsidios, con relativa estabilidad de precios y cambiaria, ésta última apoyada en la sextuplicación de las reservas del Banco Central. No obstante, consideramos que estos períodos de bonanza suelen ser cíclicos por no contar aún con una base estructural suficientemente sólida para el desarrollo de la economía, el cual debería estar respaldado por disposiciones  que aseguren un orden jurídico adecuado, acompañado por el mercado financiero, más la eterna estabilidad política.