Sáb 10 Sep 2011
La culpa es del martillo
Posteado por Carlos Evasio Maggi en Reflexiones
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Cuando estudiaba “Instrucción Cívica”, allá lejos en mi tiempo de secundario, como alumno libre y autodidacta, una frase en especial me llamó la atención, y la misma expresaba: “Si una persona transita por la vereda con un martillo en su mano, y al pasar cerca de una vidriera, en un arrebato la golpea con esa herramienta y saltan en pedazos los vidrios. Entonces, en este acto ¿Quién tiene la culpa? ¿Acaso el martillo?”
La respuesta es realmente una perogrullada; es decir, demasiado obvia ¿Verdad? Sin embargo, en los últimos tiempos y en los accidentes de tránsito, de manera sistemática, aparecen muchos “especialistas” y otros muy profanos involucrados que a toda costa quieren demostrar que la culpa la tiene “el martillo”, el cual, en esta metáfora, equivale a la “fatalidad”. Es evidente que, en este juego, la única misión es eludir las responsabilidades; pero si obráramos conforme a las reglas jamás necesitaríamos gambetear los cargos emergentes ¿O vamos a invocar la ignorancia del derecho como recurso de defensa?
Y si permitimos que un menor, no habilitado, se lance libremente a la calle con el auto, ambos (máquina y conductor) unifican la identidad y forman “el martillo”. Por lo tanto ¿Quién maneja este martillo? Sin la menor duda que son los padres de dicho menor los responsables totales y absolutos. Además es imposible reflexionar sobre este asunto con eufemismos, cuando cada infortunio está cobrando una vida o la integridad física de personas inocentes.
Ahora preguntamos ¿Acaso no es más civilizado, solidario, altruista y sincero respetar las leyes que infringirlas y luego adherir a la congoja de las víctimas y sus familias?
Finalmente, si por acción u omisión expulsamos “el martillo” a la calle y el mismo ocasiona un siniestro ¿Nuestro procedimiento, como padres, será sólo culposo o también doloso?
Por un poco más de ilustración respecto de este penoso tema, invito nuevamente a leer los capítulos números 2 y 5, referidos a los “Accidentes de tránsito”, incluidos en este blog.
Hola Carlos… que cruel evidencia del abandono de la responsabilidad como padres ese accidente..y todo lo demás..podríamos llenar hojas y hojas de casos similares..Hoy , en el día del maestro,como docente me siento identificada con lo que planteas..y me uno a vos, en decir a voz llena, que vuelva el respeto por la ley y por el ser humano terminemos de una vez con la hipocresía del pésame, a los que tratamos de sobrevivir..en esta jungla …. con la admiración y el afecto de siempre. Estela
Hola. Presentas la realidad, de manera exquisita y simple, sobre este dramático tema, donde, en la actualidad, «lavarse las manos» es un deporte local y nacional. Muchas gracias.
HOLA CARLOS!
¡ Tus metaforas son excelentes! Llegan en lo mas profundo del ser humano… Realmente son delincuentes,
otro adjetivo con hay para describirlos, no solo atropellan, llevan por delante a lo que esta a su alcance,dejando a sus victimas abandonadas,como una piedra en el camino. Escapan con gran cobardia ¡Que poca etica (valores y sentimientos), tienen algunos seres humanos! De ahi el dicho: «Mas conozco a las personas, màs quiero a mi perro». Yo me pregunto: ¿ Para que existen los Inspectores y policias?…
Hoy escuchaba, por un canal de TV local, a un «especialista» que, entre otras cosas, decía: «No debemos demonizar al menor…» En alusión al caso ocurrido, hace sólo unos días, aquí en Córdoba. Y yo digo: señor «especialista», creo que nadie demoniza al menor; pero Sí responsabiliza a sus padres. Esto es correcto,si queremos vivir en un mundo civilizado. Gracias.
Hola. Comparto lo que dice Horacio. Y pienso que este «especialista», que escuché yo también, tiene espesa niebla en el camino, por eso le debemos recomendar que lea los 5 capítulos, sobre accidentes de tránsito, de tu blog. Un abrazo.
Acabo de leer una verdad absoluta en síntesis. Y pienso que ese problema se funda en la inoperancia de quienes gobiernan las areas respectivas y por sobre todo esta mala fe que genera el subdesarrollo, donde los padres son verdaderos «maestros» de incivilidad para sus hijos.