La ciudad amanecía cubierta por un denso manto blanco, apenas aclaraba el día y a través de grandes ventanales observábamos cómo los escasos peatones caminaban con bastante dificultad y los vehículos circulaban lentamente. El paisaje era fascinante, en tanto transcurría el mes de febrero. Encendimos el televisor de nuestra habitación de hotel y ya los informativos mostraban algunas imágenes de la copiosa nevada; en Roma, por ejemplo, hacía veinte años que  no ocurría  tal fenómeno con esta intensidad, y proseguían manifestando que buena parte de las Regiones del norte del país se hallaban cubiertas por la nieve.

 En ese instante estábamos en Milano, a pocas cuadras de la plaza Vittorio Emanuele, la más céntrica. Luego del desayuno, sin demoras salimos a caminar, bien pertrechados con abrigos y andando a paso firme, al frío ni lo sentíamos, tal vez porque la belleza natural cautivaba todos los sentidos. Unos minutos más tarde llegamos a la plaza mencionada, la misma lucía distinta, un tanto romántica; cuyo sentimiento fue creciendo, pues dentro de la famosa galería homónima una orquesta en vivo comenzó a emitir los acordes de una dulce melodía sin fronteras. Extasiado por el encanto musical  quise ampliar el horizonte, por eso alli mismo propuse ir a Venecia y mi hijo, Paulo,  aceptó de inmediato.

 Pocas horas después habíamos cubierto los 280km, marchando por una fantástica autopista de triple mano en cada sentido. Y la fluidez en el desplazamiento resultó posible merced a la acción que muy temprano realizaron máquinas especiales, las cuales mediante una reja, rápidamente van arrojando la nieve a un costado del camino; después, el calor de los motores hizo el resto.

 Apenas arribados al Piazzale Roma, de Venecia, estacionamos en una de las dos playas a la vista, el costo básico era de 24 Euros por doce horas. Y no es posible dejar el vehículo en la vía pública, dado que el tiempo de permanencia admitido es sólo de media hora. A continuación y con la mayor premura abordamos el “vaporetto” y partimos rumbo al centro de la ciudad; pasamos por cuatro estaciones y algo más de 4km debimos recorrer. El día era gris, ventoso y una tenue y persistente llovizna se abatía; no obstante, para los espíritus naturalmente intrépidos esta inclemencia es como una prolongada caricia y nada más. Posterior a navegar durante unos veinticinco minutos llegamos a la zona de la céntrica plaza San Marcos; siempre tan poblada por turistas que provienen de las más diversas partes del mundo, y en este día tan especial los contingentes de orientales eran mayoría; cuyos integrantes con piernas cortitas y ágiles, más sus rostros ávidos de curiosidad, recorrían cada sitio del sector principal de esta enigmática ciudad, fundada en el año 452 d C por los habitantes de Aquilea, Padua y otros pueblos del norte de Italia, los cuales  huían de las tribus germánicas que invadieron el país en el  siglo V. Actualmente tiene cerca de 280.000 habitantes.

 En verdad, para muchos es un auténtico misterio el basamento de las edificaciones levantadas en el mar (aunque le llamen laguna); entonces ¿Cómo se logra el sustento? Es muy simple el secreto, la tierra del lugar es arcillosa y sobre la misma definen círculos concéntricos con estacas de encina  y alerce (maderas) clavadas en el suelo; esta combinación, luego de fraguar, se endurece y adquiere  características muy sólidas, eternas e indestructibles.

  Venecia es un lugar extraño en el mundo, porque ofrece al visitante infinidad de coloridos matices y parecería inclusive que allí todo es distinto, especial y cautivante. Por ejemplo: posee la realización del carnaval más famoso de Italia y reconocido universalmente; además, durante todo el año es posible adquirir las máscaras alusivas y geniales, las cuales tienden a expresar hasta los más insólitos estados de ánimo. La exquisita cristalería de Murano, se exhibe en las vidrieras y también es posible visitar algunos talleres y ver en vivo cómo se fabrican las piezas, que por lo general no están al alcance de cualquier bolsillo. Las góndolas, aparte de medios para el paseo por los canales de la ciudad, son instrumentos que inducen al romanticismo que entra por los ojos del viajero y desde allí se distribuye a todos los demás sentidos, más aún si el paseo incluye (todo por dinero) un acordeonista y el canto del propio “gondoliere”; por consiguiente, un viaje en góndola jamás en la vida podría olvidarse. Finalmente, los múltiples bares y restaurantes, algunos de ellos colocan gran cantidad de mesas y sillas sobre la misma plaza San Marcos, que en el día  está colmada de palomas atrevidas, las que por un poco de comida hacen cualquier cosa, incluso ponen en riesgo la pulcritud del que transita por ese sitio.  

 Horas más tarde, cuando ya caía el sol en el horizonte y el agua crecía paulatinamente en su nivel, mientras agitaba las olas que comenzaron a invadir las orillas de la plaza San Marcos. Confieso que tal situación no me simpatizaba para nada; por eso, en breve ascendimos nuevamente al “vaporetto” y regresamos a la zona del estacionamiento de nuestro auto, con el propósito de alojarnos en algún hotel próximo; pero en el corto recorrido no conseguimos lugar, todo estaba ocupado.

 Regresemos a Milano dije a mi hijo, él asintió y partimos de inmediato. Habíamos transitado 40km, al tiempo que divisamos un “Autogrill”, enorme complejo con forma de puente vidriado por sobre la autopista, el cual contiene restaurante, cafetería, supermercado, librería…y baños; además de los surtidores de combustible en la zona del estacionamiento vehicular. Aquí cenamos, llegó la medianoche y el cansancio nos ganó la partida. Lejos de algún pueblo para encontrar hotel; entonces propuse dormir en el auto; el sitio del estacionamiento era seguro y tranquilo, enseguida sacamos del equipaje los elementos que portábamos para tal contingencia, luego prendí la calefacción por un rato; y así nos sorprendió el alba cuando despertamos. Necesitábamos  tomar algo caliente, pues el frío arreciaba; por ello fuimos a desayunar y el primer sorbo de café me regaló una idea:  ¿Y si volvemos a Venecia?