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Don Antonio, mecánico de cosechadoras era su oficio y mitómano en  las horas extras; alguna vez narró la siguiente historia: “Un día de invierno pleno, cuando el frío intenso hacía encorvar el lomo, decidió invitar a sus amigos, Battista y  Pedrín, para ir a Coronda, con el propósito de cazar  patos;  pues según le habían informado tiempo atrás, allí abundaban estos bichos.

Salieron al alba del día convenido a bordo de su Chevrolet ´47 y un pequeño acoplado enganchado, en previsión de una cacería importante, porque según él era un gran tirador, campeón y medalla de oro en el servicio militar. En tránsito normal llegaron  a destino; sin embargo, al arribar, desapareció el sol, y Battista exclamó:

-¡Qué pena! Se nubló.
-No zonzo ¿No ves que una bandada de patos tapó el sol?-le respondió   Antonio-
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Se festejaba San Roque; santo Patrono del pueblo. Y era  un sábado por la tarde cuando numerosos participantes de dicho acontecimiento iniciaron un campeonato de truco, como parte de los actos conmemorativos. Unas treinta  parejas dirimían el evento de la timba, en el cual abundaron las exclamaciones de “vaca”, “yegua” y “porca”, y cada una con  electrizantes aditamentos; censurados en este espacio.

Unas dos  horas después la contienda estaba bastante avanzada; en consecuencia,  algunos continuaban en carrera y muchos fueron  eliminados. Entre éstos últimos estaban nuestros amigos del encuentro anterior, los que   pronto decidieron beber y, además, compartir ciertos temas del momento. La sequía aún se abatía con crudeza en la zona. Entonces Tunín gritó: “¡Che mozo, para mí trae una caña, la de los caballos!” Allí, Bartolo y Chiscot prefirieron una ginebra con cola; y sentados a una mesa comenzaron el diálogo:

-Y sigue esta historia de la sequía, ya estoy con deudas hasta el cogote. ¡Pobres los animales, cómo sufren! Trato de calmarlos, pero no hay caso. Imaginen, ayer fui al chiquero de los chanchos y los noté tan flacos, sin barro y tristes; esta escena  me partió el alma. Por eso comencé a hablarles y dije: “muchachos tengan fe, tal vez esta noche llueve, recién lo dijo Eschoyez por la tele…” Y me pareció que empezaron a reírse, pero no sé si de alegría o de mí.-comentó Tunín- (más…)

En pleno verano, un domingo por la tarde cuando el crepúsculo ya se   habia adueñado del horizonte, se encontraron en el boliche del pueblo tres chacareros vecinos y amigos. El tema común y casi excluyente que los apenaba era la prolongada y brutal sequía. Apenas sentados a la mesa correspondía por hábitos  solicitar algo para beber. Entonces Tunín  llamó al mozo y pidió un ajenjo con hielo; Bartolo expresó, «para mí un  potrillo de vino tinto, fresco del pozo  solamente» ; y Chiscot, para dar la contra de entrada nomás gritó: » ¡Yo tomo una grapa doble!»

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