Es imposible dudar sobre si la esperanza, de verdad, es una condición necesaria para nutrir la vida de todo ser humano, y sin distinción alguna.  Tanto es así de importante que, si alguien se atreviera a renunciar por tal adenda natural y básica a la vez, estaría cultivando el desencanto por sentirse desprotegido de esa verdadera savia que impulsa su existencia. Pero no solo la vida, desde el punto de vista puramente biológico, sino que alude al propósito de marcar una huella, material y espiritual, sobre la superficie que define nuestro mundo. Con lo cual representará un verdadero patrimonio para su posteridad, y cuyo impacto será por tradición.

Pero la esperanza deriva de los sueños. Y al respecto, William Shakespeare afirmaba: “La persona que no se alimenta de sus sueños envejece pronto”. Luego, para el desarrollo normal de una esperanza, es menester que no haya interferencias negativas de otras personas, organizaciones y ni del propio Estado.

En el primer caso sería mediante lo que denominamos “bullying”, realizado en ambientes tóxicos y con la indiferencia o complicidad de los responsables del lugar; y los sitios de mayor difusión son, sin dudas, los establecimientos escolares; luego vendrían los laborales.

 Otra posibilidad real, es que el Estado cautive a sus ciudadanos, con el propósito de utilizarlos luego para engrosar las manifestaciones a favor del régimen político imperante. O como “fuerza de choque”, contra el ciudadano que no adhiere a tal o cual régimen político, sindical o, simplemente, de una congregación distinta. Y, por ello, se manifiesta públicamente en contra de los fines de ciertas autoridades de turno.  También acontece, cuando existen movimientos políticos que solo benefician a determinados sectores de la sociedad, afines al poder vigente. Todo lo cual, se opone a los cánones lógicos que debieran regir la vida de cualquier pueblo del mundo. Luego, las condiciones adecuadas se logran mientras se normalice el obrar que beneficia a la unanimidad del pueblo gobernado, sin prerrogativas sectoriales ni fines espurios.

 En tanto que, es menester fundar la acción continua en lo establecido por el artículo 16 de la Constitución Nacional: “La Nación Argentina no admite prerrogativas de sangre, ni de nacimiento; no hay en ella fueros personales ni títulos de nobleza. Todos sus habitantes son iguales ante la ley, y admisibles en los empleos sin otra condición que la idoneidad.  La igualdad es la base del impuesto y de las cargas públicas.” Y a pesar de todo, es una verdadera pena que en este espacio no se aluda a la “honestidad”, como uno de los requisitos básicos para ocupar un cargo público, por ejemplo. Máxime si nos referimos a puestos relevantes o dirigenciales. Sin embargo y por ahora, este anhelo también estará supeditado solo a la esperanza de que, en algún día, ojalá no tan lejano, sea una realidad pragmática. Y cuyo acontecimiento sucederá a partir del preciso instante en que hallemos la senda adecuada, más los medios y la voluntad funcional, necesarios para concretar nuestro destino.

Finalmente, y como acontece de manera continua desde el año 2010, deseamos a los lectores y amigos que incursionan, habitual o esporádicamente, por Nexo Cultural ¡¡Una Feliz Navidad y Próspero Año Nuevo!! Mientras que el tradicional brindis venga asociado al clamor universal. Y cuyo contenido se identifique de este modo: “Con la esperanza por un mundo mejor”. Luego, prometo que en el año 2024 nos volveremos a reencontrar en este mismo espacio, y siempre motivados con la eterna ilusión por comprender y orientar la vida hacia un destino optimizado. Es decir, también, con los pies sobre la tierra.