Razones sociales y económicas hicieron que  los medios de difusión informativa se  multiplicaran continuamente; en consecuencia, aquellos campesinos otrora ignorantes de todo lo acontecido más allá de sus fronteras familiares y de la jurisdicción del pueblo o zona que habitaban; de a poco, vencieron la inercia de los tiempos y comenzaron a cambiar. La mutación fue resistida por los más viejos; pero no así por los jóvenes que la receptaron ávidamente. Entonces, todos ellos pudieron observar a diario cómo los habitantes de las ciudades o pueblos importantes en dimensión, disfrutaban de una calidad de vida muy superior a la propia; la que resumía el sendero para lograr educación en todos los niveles, modales más refinados, calles pavimentadas, luz eléctrica, lugares  de diversión y entretenimientos…Y, por último, la posibilidad de ahuyentar el aislamiento, que sólo en la ignorancia no se padece.

 Cuando volví a mi pago, luego de algunas décadas de ausencia, recorrí casi todos los sitios en donde anidaron los recuerdos de las cosas queridas. No obstante, también la tristeza cubrió mi ánimo; por contemplar tantas casas abandonadas, semidestruidas o totalmente desaparecidas; más del 50% representaban, según mi estimación. Porque estas edificaciones no eran simples estructuras, sino que albergaron familias de varias generaciones, donde transcurrieron tantas cosas; configuraron hogares en los que sus habitantes concertaron encuentros, se deleitaron por las vivencias positivas propias y ajenas y soportaron, también, la crueldad de los momentos infaustos de la vida. Con muros y solares impregnados de historias; las que son, en suma, la real y auténtica tradición humana del ámbito con mayor incidencia económica y de identidad propia en el  país. Finalmente, la emigración apuntó su destino a los conglomerados urbanos más importantes; porque amén de todo, no toleró la indiferencia de muchos gobiernos, los cuales nada hicieron para que los colonos continúen en el campo.

 Produce un cierto efecto  recorriendo los lugares de un tiempo, al ver cerradas para siempre aquellas puertas, que recuerdan  innumerables  sucesos de alegrías y tristezas de tantas personas; que en inmensa mayoría ya no están. Personas que compartían un mate o un vaso de vino, con el sentido placer, en cada sorbo, de disfrutar momentos felices, o para ahogar penas y miserias del sacrificio de cada jornada.