Sáb 20 Nov 2010
Un viaje a los indios wichis
Posteado por Carlos Evasio Maggi en Experiencias
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Transcurría el mes de mayo cuando salimos muy temprano una mañana; aún no había despuntado el alba; un poco de aventura el propósito y seis amigos conformamos el grupo. Pronto abordamos la ruta nacional número 9 y luego de algunas horas de marcha entramos a territorio tucumano; aquí más de un piquete nos detuvo; por ello, y dada nuestra urgencia por el breve tiempo del periplo, nos vimos forzados a emplear la imaginación al máximo. Y el resultado óptimo, pues logramos sortear dos escollos continuos en trámite acelerado y proseguimos con normalidad.
Pernoctamos en la ciudad de Orán; luego emprendimos el rumbo a territorio formoseño; ya dentro del mismo enfilamos hacia un pueblo wichis, “El Potrillo” era su nombre, y la intención en este lugar la había definido uno de los compañeros de viaje, que necesitaba ver a un curandero muy mentado por el estado asmático de lo aquejaba desde algún tiempo. Sin embargo, al arribar, un vecino nos informó que el “mano santa” se mudó a otra población, llamada “El Chorro” y distante unos 40 km. de la anterior. Entonces en esa dirección partimos, con el hijo del cacique como guía eventual, con 17 años de edad y padre de 3 hijos. Debimos transitar caminos cubiertos por intensos guadales y en poco menos de una hora llegamos; y al curandero fuimos sin demoras. En la puerta de una choza, encontramos un individuo de unos 50 años de edad, esmirriado, moreno intenso y con mirada de águila; nos presentamos, uno a uno, pero estuvo ausente la amabilidad porque, el mismo, se mostró en todo momento místico, huraño y reticente; ni siquiera una fotografía permitió que le tomaran. No obstante, le entregamos un considerable “aporte” en alimentos y vino, que mis compañeros compraron en Orán. Con todo, el enigmático personaje nos indicó que debíamos volver por la tarde, a partir de las 17 horas iniciarían las “consultas”.
En el entretiempo, después de averiguar en este tema, recalamos en un “comedor” que funcionaba debajo de un techo construido con barro y ramas, dispuesto en galería; ya sentados a una larga y humilde mesa, extraje el recurso para el esparcimiento, previamente concebido; una bolsa con grandes porotos y un naipe de truco. Desde ese acto transcurrió con gritos de júbilo y apuestas de honor.
Sin embargo, no pude prescindir de observar detalladamente el entorno. Y les aseguro que nunca imaginé tanta pobreza o, con mayor realismo, tanta miseria. Por eso y previendo la connotación, traté de endulzar aunque fuere un instante la vida de los niños. Entonces tomé en la camioneta dos bolsas de caramelos masticables y una de mandarinas; ellos captaron enseguida mi intención y definieron una vorágine cerca de mi; hice formar una cola, eran más de 50 niños, desnudos, semidesnudos o con harapos. Y a cada uno entregué 2 mandarinas y 5 caramelos. Una niña de 12 años que formó la fila, tenía en sus brazos un bebé; pregunté entones ¿Para tu hermanito también? No, respondió tímidamente, es mi hijo.
Una señora diminuta y bastante mayor, con ojos grises y evidentes rasgos extranjeros, manejaba la cocina. Dos nietas, de 14 y 16 años de edad la asistían sirviendo las mesas. En un momento dado, ingresé al lugar y entablamos un diálogo ameno con la patrona; y también quise ser útil en ese instante, por eso expresé: usted tiene el destino consolidado, éste es el sitio. Pero sus nietas deberían liberarse de tanta humildad y aislamiento. Y para salir existe sólo una puerta, la Escuela. Por eso, por favor, ayude y estimule a las niñas para que estudien.
Los wichis viven en verdaderas chozas esparcidas sobre un terreno impermeable, cuya superficie contiene un espeso guadal con textura de talco; que se mete en la piel y perdura en el tiempo; asignando una imagen telúrica a cada persona. En este lugar escasea el agua y abunda la miseria; casi no hay trabajo, sólo desarrollan algo de artesanías; incluso el asistencialismo exiguo e indigno campea en los pueblos ¿Quién podría hacer algo honroso para ellos? El humanismo, la solidaridad y la Constitución nacional motivarían. Ah, y sin olvidar que ellos son los dueños de esas tierras por posesión desde tiempo ignoto.
Por la tarde volvimos al curandero. Había tomado todo el vino y exultante asumió un rol turístico; fotos por aquí, fotos por allá…y hasta pasos de baile ensayó. En consecuencia, cuando el “paciente” lo volvió a consultar, con el ánimo de lograr una cura definitiva, éste exclamó; sin recordar lo que antes le había informado sobre el asma:
-Usted tiene un grave problema reumático- aseguró-
-No señor, tengo asma-replicó el visitante
Entonces el beodo, aún con “cintura” a pesar de la curda, aclaró enfáticamente:
-Sí, no tengo dudas, usted tiene asma reumática.
Posteriormente continuamos el viaje y en una población denominada Ingeniero Juárez hicimos noche. Al día siguiente iniciamos el retorno a través del impenetrable chaqueño.
La vida de los aborígenes de nuestra zona es terrible, mucha gente de nuestro enorme país no se lo imagina.
No sólo les fuimos quitando sus tierras,sino, además pretendemos que se adapten a nosotros, cuando sabemos que pertenecen a culturas diferentes.
Uno siempre guarda en el corazon vivencias, que no son fáciles de compartir, porque al relatarlas siente que a veces, no se logra contagiar la emocion que se ha conservado intacta a traves de los años. Hoy me siento conmovida, emocionada, al compartir este relato porque aunque sea pasado, explica el presente en que vivimos,(lleno de egoismo, falsedades,hipocrecia),pero puedo considerarme muy sensible y me afecta mucho saber de la pobreza , de estos indios,quisiera que aparecieran lazos que me unan a nuestros vecinos, a las provincias, casi diria a nuestros hermanos.
Me atrevo a decirle, con el mayor respeto,
si alguna vez, vuelve a emprender el viaje, estoy para tender una mano a ellos, ya sea a traves de una colecta en ropa , vivires, y lo que fuese necesario.
Se que diversas localidades colaborarán.-
Un fuerte Abrazo.-
Qué lo parió! Y si los gobiernos se refieren a los indígenas es para hacer política, nada más. Siento repugnancia por ese abandono.
Carlos me encantó el relato!! sos un excelente narrador. Yo fui directora durante 4 años en una reserva Indígena de indios Tehuelches en la Patagonía y realmente son personas maravillosas de una simplicidad increíble pero de convicciones profundas!!
Te felicito!!