En realidad es tal como expresa el título. Debemos evitar o neutralizar este flagelo que carcome el poder adquisitivo de los salarios, desestabiliza las economías domésticas, regionales y de un país entero, que induce a la especulación, a “salvarse quien pueda”. Más la irracionalidad en el comportamiento general para cubrirse de las embestidas, por los que se recurre inclusive a la avivada sistemática, respaldada en la mentira como modo de supervivencia. Y peor aún si agregamos otras manifestaciones lógicas, tales como huelgas y otras expresiones populares de protesta, las cuales son casi siempre justas porque vemos diariamente cómo se van degradando los sueldos y el trabajo. En consecuencia, es la franja más pobre de la sociedad la que sufre el mayor impacto, por el continuo deterioro de sus ingresos dentro del proceso inflacionario.
Por todas esas razones, ¿cuál es el modo de prevenir o curar este mal?
Todo nace de la voluntad política de un gobierno central, legítimo y estable. Luego el proceso general es simple, pero los resultados suelen ser un poco lentos porque es necesario crear condiciones, cuyos efectos se irradien paulatinamente hacia abajo y en todo el tejido social. Por ende, a partir de la voluntad política es fundamental fortalecer el marco legal del país entero y en todos los planos, con el fin de lograr una seguridad jurídica indestructible, la cual contribuirá a crear un escenario de confianza que naturalmente cautiva a los inversores extranjeros, dueños de importantes volúmenes de capital en la mayoría de los casos. Y esa situación también atraerá a inversores locales, alguno de ellos con grandes «bolsas» guardadas en otros lugares del mundo. Incluso ya no será necesario caer en la sospecha de «blanqueos» para repatriar el dinero.
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