Debía viajar muy lejos, transitando un tramo inevitable de la famosa y extensa Ruta 40. Cuyo cautivante itinerario bordea la precordillera andina. Y en cierto lugar, de este recorrido, existe un pueblo que alberga algo más de 3000 almas y denominado Buta Ranquil; el cual se ubica muy alejado del mundo de las personas aglomeradas que, con preferencia, habitan en grandes centros urbanos. En una oportunidad, de poco tiempo atrás, me dieron algunas precisiones, respecto a que, en esa lejana población, habitaba la “Señorita Raquel”, aquella maestra de mi colegio primario, cursado hace más de sesenta años. Entonces, allí necesitaba preguntar en sede municipal, dónde hallarla. Pues ya conocía que vivía sola, y en una pequeña casa tipo chalet con tejas azules.

Y luego de transitar muchísimos kilómetros arribé al pueblo mencionado. Donde, algunas edificaciones esparcidas, con predominio de rojos tejados sobre pendientes muy pronunciadas y paredes de diversos colores, conforman su periferia. Y en el entorno, numerosos pinos y adornados jardines confieren al conjunto un singular paisaje policromo, como suspendido en el tiempo que transcurre lento y en silencio, tal como dentro de un cuarto donde se guardan los recuerdos más queridos. Con el fin de que resistan incólumes el paso inexorable de los años, mientras transitan rumbo a la eternidad. Y ese entorno tan singular, donde también habitan una gran diversidad de pájaros multicolores que, con su trinar, endulzan el ánimo de las personas del lugar.

En el ingreso nomás detuve el vehículo frente a una vivienda enclavada en el amplio parque, descendí y caminé hasta el bonito portal; al batir las manos, pronto asomó un hombre mayor, de evidente fisonomía aria, inclusive remarcada por el acento de su voz al responder a mi saludo.

-Necesito ubicar la sede municipal -manifesté-

-Será muy fácil acertar. Porque está a unas 6 cuadras más adelante, y sobre esta misma calle. También tiene un importante cartel en el frente -respondió con raro acento en su voz-

Entonces, dí las gracias con especial énfasis por el informe recibido, más la amabilidad dispensada. Pero principalmente, porque de inmediato, la emoción, en importante caudal, comenzó a invadir mi ánimo. Y mil cosas inundaron mi pensamiento, tal como un sutil y raro torbellino que rápidamente ocupó todo el espacio de mi mente, aportando esa sensación inconfundible de estar inmerso en tiempos muy lejanos. En realidad, sentí como si estuviera caminando hacia mi Escuelita, era un claro regreso a un pasado muy lejano, a través de una verdadera vorágine de acontecimientos acumulados en tan solo un instante. Mientras que los participantes, de guardapolvo blanco, éramos los alumnos que, antes del ingreso a clases o en el recreo, correteábamos en el amplio patio de nuestra querida Escuela. Y la pelota de “trapo” hecha con una media vieja rellenada, el juego con bolitas de vidrio multicolor, la mancha agachada y la hamaca siempre fueron las únicas alternativas disponibles. Cuyas imágenes acumuladas, en importante caudal, invadieron mi recuerdo de manera efímera. Porque permanecieron solo durante el tiempo necesario para transitar la distancia hasta la sede municipal. Luego, todo resultaría muy sencillo, pues la casa de la señorita Raquel, se ubicaba a tan solo 3 cuadras de la sede Comunal.

Un tejido rómbico sostenía el ligustro en el jardín anterior de la vivienda, y dentro del perímetro un hermoso ejemplar ovejero alemán ladró al acercarme, como advirtiendo los límites de la propiedad. Y la campanita dispuesta en un sencillo portal era el medio para anunciar mi presencia; entonces, accioné el badajo con mano trémula y enseguida apareció en el umbral una anciana, apoyada en su bastón, que preguntó con intacto garbo de maestra ¿Qué desea señor?  En verdad me costó bastante responder, porque en el mismo instante retrocedí más de seis décadas y mi mente se llenó de infancia vestida con guardapolvo blanco, en medio de tantos compañeros que se divertían con las simples cosas de la vida.

-¿Señor, necesita algo?-preguntó nuevamente-

-Sí, quiero abrazar a la señorita Raquel-respondí-

-Pero ¿Usted quién es?

-¿Recuerda a la escuelita de Plaza Luxardo y  a  Carlos Evasio?

-¡No me digas que eres Evasio!-exclamó en el acto y con ánimo encendido-

-¡Sí! Y vengo a expresarle mi eterno orgullo de alumno, con la profunda emoción de volverla a ver-dije con voz un tanto balbuceante-

Luego, el abrazo fue la reacción natural y una necesidad que emanó del sentimiento de ambos. Y las lágrimas también compartieron aquel reencuentro. De inmediato me invitó a ingresar en el reducido y confortable living, cuyas paredes mostraban las pinturas de varios colegios, donde ejerció el magisterio durante tantísimos años. Y luego de acomodados en sendos sillones, al momento retrocedimos más de medio siglo, y sólo hablamos de aquellos tiempos, tan lejanos e inolvidables. Allí trajimos a la memoria anécdotas y compañeros. Luego, narré brevemente el modo en que continué construyendo mi destino; y la señorita Raquel, no ocultó su satisfacción por el progreso logrado y, con seguridad, por ser ella, artífice de mi primera etapa escolar.

Casi una hora duró el reencuentro. No obstante, bastó para sellar una impronta en el sentimiento de ambos, como un imborrable y tierno instante de la vida. Pero las obligaciones demandaban proseguir la marcha; en consecuencia, caminamos lentamente hacia el portal. Y todas las veces que pasaré por aquí vendré a visitarla, prometí.  No obstante, el devenir quiso que ésta fuera la única oportunidad, con el último abrazo. ¡¡Adiós señorita Raquel!!…Y pronto quedó en mí solo el recuerdo, con la imagen de mi vieja y querida maestra, de pie en el jardín y apoyada en su bastón; mientras que me despedía con la mano izquierda en alto y sus labios dibujaron una tenue sonrisa con matiz de llanto. Tal vez, causado por la profunda añoranza, nutrida sobre un pasado ya lejano, en tanto que el paso del tiempo transita el camino hacia la eternidad ¡Finalmente, junto a este recuerdo, propongo un solemne Réquiem para Raquel, mi inolvidable maestra de la Escuela primaria! Porque ella, ahora está en el Cielo.