Jue 10 Oct 2013
Sí Giovanni, eras casi un niño todavía (parte 1)
Posteado por Carlos Evasio Maggi en Historias
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Era justamente el 10 de junio de 1940. Y desde las primeras horas la jornada transcurría calurosa pese a que todavía restaban algunos días de primavera, por eso el mar invitaba naturalmente a disfrutar de sus extensas playas, el ciclo lectivo apenas había terminado y los alumnos deambulaban ruidosamente por las calles de la ciudad sin motivos más que gozar de las vacaciones escolares. De repente todo cambió, porque empezaron a circular comentarios tenebrosos que conducían al miedo, y un mal presagio invadió los ánimos. A partir del mediodía por altavoces móviles difundieron una información, que repetían a cada rato: “Hoy a las 18 horas Benito Mussolini hablará al país desde el balcón del Palacio Venecia en Roma”. Por otra parte, las fuerzas fascistas instaban a los ciudadanos a reunirse en las plazas de cada pueblo o delante de las sedes del partido Nacional Fascista.
En el atardecer de ese día Mussolini declaró la guerra a Francia e Inglaterra, de este modo el país entraba en la Segunda Guerra Mundial y formaría parte del “Eje” junto a Alemania y Japón. Fue una jornada aciaga para el pueblo italiano, esa noticia produjo una profunda conmoción general al presentir las graves consecuencias que traería un conflicto bélico de tal magnitud.
Habían pasado casi dos años desde el inicio de la guerra y en este momento todo parecía calmo en la ciudad, a pesar de frecuentes informes sobre la contienda armada que se desarrollaba en otros sitios del país, un tanto alejados de aquí. Me voy en bicicleta a los pinares, quiero practicar un poco, dijo Giovanni a su madre, Anna. Un par de horas después regresó a casa y apenas abrió la puerta vio a su madre, tenía una mueca de consternación en su rostro, pero todavía pudo balbucear: “llegó una comunicación rara, que no entiendo bien, es algo para vos”. Entonces Giovanni, tomó rápidamente ese papel y leyó en silencio. A continuación, muy grades sus ojos se abrieron y dijo: “me convocan para defender a la Patria, estoy obligado”. En ese instante Anna rompió en llanto mientras exclamaba: “¡Si eres casi un niño todavía, no puede ser!” Sí, era verdad, Giovanni había cumplido 19 unos días atrás. Y tal vez por esa intrepidez que asigna la juventud sentía en su pensamiento que ya estaba incorporado al Ejército, y no tenía miedos.
Lamentaba, no obstante, dejar a sus padres y al hermano menor, además por alejarse de la ciudad que lo vio nacer, Viareggio, extrañaría también a los compañeros de colegio y el mar, ese azul intenso del Mediterráneo y sus largas playas de arena fina que casi todos los días recorría, mientras las olas suaves y permanentes bañaban sus pies descalzos. Sabía que lo esperaban tiempos inciertos y dramáticos porque emprendería una aventura trágica, con riesgo de vida, con olor a muerte. Por eso, ante este destino forzado, sin otra alternativa, mejor era pensar que todo se trataba solo de un sueño, un largo sueño, del cual algún día despertaría, y ojalá pudiese despertar un día.
Llegó el momento de la partida, a fines de julio de 1942. Solamente sus padres y el hermano lo acompañaron a la estación de trenes. Y antes de partir, los cuatro se confundieron en un abrazo que parecía eterno. Todos lloraron por tan feo destino, sin embargo en cada uno anidó una luz de esperanza por el pronto retorno, pero fue por un instante y nada más. El tren se puso en marcha, al tiempo que con estridencia continua sonó su pito, y lentamente se fue alejando; para Fóscaro y Anna, el destino les terminada de arrebatar un hijo, entonces los invadió esa horrible sensación de que nunca más volverían a verlo y la desesperación ganó los ánimos, ni siquiera hubo un poco de templanza en Fóscaro, dada su experiencia por haber participado en la Primera Guerra Mundial.
De entrada me impactó esta historia, la guerra tiene crueldades sin límites. Espero ansiosa los capítulos que siguen, gracias Carlos.
Hola Carlos. Una guerra, qué locura por Dios!!
Mi abuelo también participó de esa guerra. Una cruel locura que inventan algunos humanos para hacerse importantes ante los pueblos. Te juro que me conmoviste. Un abrazo.
Soy madre de un solo hijo y me espanta esa situación que termino de leer creo que no lo podría soportar. Gracias por todo lo que ofreces.