El criterio general expresa que la mentira es una demostración contraria a lo que se conoce, se piensa o se cree. Es un recurso empleado con fines diversos y en contra de lo que se considera como una verdad. En consecuencia, la mentira representa una impostura. También equivale a un antivalor moral, y siempre tiene un condimento negativo. No obstante, su uso cuenta con una gran difusión. Desde el punto de vista puramente biológico se manifiesta como un mecanismo de sobrevivencia. Y en las relaciones humanas constituye un modo destinado a la combinación social.

Santo Tomás de Aquino, que perteneció a la Orden Dominicana, distinguía tres tipos de mentiras: la útil, la humorística y la maliciosa. Y los tres tipos mencionados exteriorizan un  pecado, pero con una dimensión diferente. Tanto es así que las útiles y humorísticas son pecados veniales, mientras que la mentira maliciosa incluye un pecado mortal. En consecuencia, el tipo más grave es la calumnia, ya que con ella siempre se acusa a un inocente, donde el único móvil es la maldad o la malicia.

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