Creencia, Causa y Consecuencia

Mucho se dice, mucho se escribe y, en ese mismo caudal, también se publica; cuyo vértice común de todo es la voluntad de mejorar las reglas y  comportamientos que definen conductas en el tránsito vehicular, tendientes a disminuir los accidentes y así evitar en igual proporción las consecuencias con pérdidas de vidas o, en el mejor de los casos,  las curaciones y mutilaciones; además del  estrés y el costo económico que ellos provocan.

En donde más énfasis aplican personas especializadas y organismos pertinentes, es en explicar y prevenir que el “exceso de velocidad es la fuente principalísima de todas las desventuras”; lo cual suelen publicar   por medios gráficos, televisivos y radiales, con cierta frecuencia (aunque realmente no comprendemos el motivo  por el que, en estos últimos tiempos, la consideración y difusión educativa sobre este tema tan importante esté bastante olvidada).

Y no es así; pues la razón de todos esos males es cultural. La que condiciona un estrato de comportamientos, logrado a través del tiempo por el desarrollo de prácticas, modos y omisiones inconvenientes para un buen funcionamiento en sociedad.

Cuando decimos “a través del tiempo” comprendemos el mismo como un tema de generaciones. Y el regreso al sendero adecuado (si alguna vez en él estuvimos) podría pronosticarse de similar longitud; no obstante, debemos confesar, que nos gustaría presentir una solución integral y definitiva a la vuelta de la esquina y así poderla alcanzar cansinamente al día siguiente.

Las consecuencias económicas y humanas, que configuran verdaderas pérdidas por roturas, empleo de los recursos públicos, lucro cesante, curaciones…; y las más penosas, por mutilaciones y vidas; incluso el estrés que produce a los damnificados, a los sobrevivientes y al respectivo grupo familiar.

Pero, por sobre todo, nos debería preocupar la dimensión de su causalidad; pues desde muchísimo tiempo  estamos orillando los primeros puestos en el ranking mundial; por el número de accidentes de tránsito acontecidos dentro de nuestras fronteras, en relación a la cantidad de vehículos.

Porque este resultado nos debería (aparte de avergonzar) conmover profundamente la propia sensibilidad emocional; y en mérito a la brevedad que concede este espacio, en lugar de continuar explicando, invitamos a considerar sólo el aspecto humano, por ser el más valioso y, con ello, reflexionemos en silencio…